La importancia del apego para el desarrollo de la autoestima

“Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Para mí, tú serás único en el mundo. Para ti, yo seré único en el mundo”.

El Principio (Saint-Exupéry)

Las mayores dificultades que podemos experimentar en la vida adulta tienen más que ver con el amor que recibimos en la infancia, que con cualquier otra necesidad primaria. John Bowlby, psicólogo británico, estudió de qué manera le influían a los niños -huérfanos y/o hospitalizados- después de la Segunda Guerra Mundial el cuidado afectivo que recibían.

Él y su colega John Robertson grabaron las visitas que recibía una niña de dos años de sus padres al hospital en el que estaba ingresada. Cuando ellos estaban junto a ella, se mostraba alegre y jugaba; cuando ellos se iban pasaba a estar triste y decaída (Hoffman, Cooper, Powell, 2019).

Sus conclusiones sobre la importancia del apego en el desarrollo del niño cambiaron las normas para las visitas en los hospitales y han influido, de manera lenta pero progresiva e imparable, sobre cómo los profesionales deben atender el vínculo entre los padres y sus hijos. Hoy, por ejemplo, es una práctica en casi todos los hospitales públicos de nuestro país realizar “piel con piel” con el recién nacido inmediatamente tras el parto.

Los efectos del apego perduran toda la vida y está relacionado con la capacidad de autocontrol, autoestima, dependencia emocional, seguridad y toma de decisiones… Determina la manera en la que nos relacionamos de adultos, la pareja que elegimos y la forma en la que educaremos a nuestros hijos. Por otra parte, proporciona la guía para afrontar las situaciones dolorosas y de pérdida que inevitablemente viviremos a lo largo de nuestro ciclo vital.

Qué es el apego

El apego es la vinculación emocional que se establece entre el bebé con su cuidador principal, normalmente la madre.

El apego se relaciona directamente con la supervivencia y es un cimiento básico para el desarrollo de la identidad y la seguridad emocional que nos permite explorar el entorno y generar representaciones de mi yo en el mundo.

En la relación que se establece entre el niño y sus padres debe haber un entendimiento sobre las necesidades del primero y cómo se responde a ellas por parte de los segundos. Los movimientos que se establecen en este vínculo, como si fuera una danza, entretejen la relación de tal forma que dura en el niño -y posterior adulto- toda la vida.

El niño emitirá una serie de señales que necesita que el adulto interprete adecuadamente. Tal vez llora, balbucea, patalea, gime o ríe en búsqueda de una respuesta que sea afín a su necesidad.

Cuando el adulto entiende lo que el niño necesita, éste se calma, se siente satisfecho, se regula emocionalmente y puede continuar experimentando otras sensaciones nuevas. Sin embargo, cuando el adulto desatiende las señales del niño, las ignora o malinterpreta provoca en el niño tal insatisfacción que su sistema emocional se altera y buscará nuevas formas de ser atendido, ya sea con conductas desafiantes o por el contrario mostrándose muy obediente.

Esto es tan importante como la capacidad de separarse y explorar el mundo a solas. Cuando el niño aprende a regular la proximidad de la distancia de sus progenitores, y éstos aprueban su autonomía, es cuando podemos hablar de que la conducta de apego y el vínculo se ha establecido.

La química del amor

El apego tiene una función biológica-evolutiva para garantizar la supervivencia de la especie que sin los mecanismos neurobiológicos que se producen durante la gestación y parto del bebé sería imposible su establecimiento.

Este proceso es muy parecido al que vivimos cuando nos enamoramos, en el que se producen ajustes hormonales, neuroquímicos y de neurotransmisión que ayudan a establecer la conducta de apego. La oxitocina y prolactina, por ejemplo, están vinculados a la lactancia, la calma y el bienestar del bebé.

También intervendrán los opiáceos endógenos que regularán a la madre midiendo las separaciones con el bebé, la atención ante el llanto, y en definitiva el apego. La madre sentirá una especie de “adicción” que la mantendrá enfocada en el cuidado y el afecto hacia su hijo, sobre otras áreas de su vida. Cualquier desajuste que se de en este sistema inteligente podría suponer en el niño altos niveles de cortisol en sangre (sustancia relacionada con la respuesta al estrés).

Una vez que la biología ha cumplido su función, la manera en la que se relacionan los padres con sus hijos hará el resto y determinará el tipo de apego que desarrollarán.

El apego es la fuente de la autoestima y regulación emocional

La autoestima está relacionada con ser reconocido tal como uno es. Un estudio longitudinal con 500 niños de primaria de la Universidad de Ámsterdam en 2015, afirma que aquellos niños que decían que sus padres les decían que les querían mantuvieron su autoestima alta seis meses después del estudio; frente a aquellos que escuchaban de sus padres que eran especiales.

La autoestima tiene que ver con sentirse aceptado, no sobrevalorado. La fuente es el apego seguro que es la base de la confianza para desarrollar la propia autovaloración.

Cuando el apego es seguro el niño se siente más feliz, disfruta, tiene mejores relaciones, se muestra más amable… Los niños con apego seguro tienen un sistema interno resiliente que le ayudará frente a las adversidades en su desarrollo vital.

El significado psicológico y trascendental del apego

El apego nos muestra el deseo de amar y ser amados como eje de la vida; nos habla de que somos seres que necesitamos a otros para sobrevivir y para desarrollar nuestra identidad única.

El amor, en el que nos vinculamos y permitimos al otro su espacio de desarrollo y experimentación, trasciende los primeros años de vida para ser un pilar en todo el ciclo vital. A través de la relación con nuestros primeros cuidadores, buscamos la experiencia íntima de lo que somos en otras relaciones posteriores con los primeros amigos íntimos, parejas, y posteriormente hijos, pero también nietos.

El apego es la fuente primaria de nuestro instinto de relación, pero también de trascendencia en el que la herencia, la psicología, del objetivo de la vida y el significado del mundo se unen.

Noelia Estévez

Psicóloga especializada en terapia familiar, apego y trauma

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